Oí hace unos días por la radio lo que para mi es una afortunadísima reflexión de
Xavier Sala i Martín sobre el tema de
la educación. En estos últimos años, se ha producido una eclosión impresionante a nivel mundial del deporte español. Más allá de hechos aislados que nada tienen que ver con la excelencia, todo el mundo está de acuerdo con que el éxito del Fútbol Club Barcelona en los últimos años se debe principalmente a haber hecho una extraordinaria selección de niños muy jóvenes con alto potencial y haber creado "la masía", una escuela para formar deportistas de elite. Lo mismo podríamos decir del tenis español y sus principales escuelas, del motociclismo, de las canteras de los equipos de baloncesto, de muchos otros deportistas y el CAR (Centro de Alto Rendimiento) de Sant Cugat y, así podríamos seguir con un largo etcétera. No solo hay coincidencia a la hora de hacer el diagnóstico, sino también la hay en los elogios del modelo. Tanto es así, que sus principales protagonistas están solicitadísimos para dar charlas y conferencias por doquier para explicarlo en multitud de foros, entre ellos y paradójicamente, el de las escuelas. Seleccionar a los mejores, crear escuelas de excelencia y dedicar recursos especializados para enseñar a competir, éticamente y en el buen sentido, genera profesionales excelentes que triunfan en sus disciplinas, lo que provoca un doble efecto positivo, por un lado da prestigio a un país y, por otro, crea un efecto llamada y de arrastre para el resto de los deportistas que encuentran un estímulo para esforzarse en modelos que les son muy cercanos.
Pues bien, una cosa tan bien hecha y que genera tanta unanimidad resulta que, cuando salimos del ámbito del deporte e intentamos plantearlo y aplicarlo en otros ámbitos educativos, genera un rechazo generalizado inmediato. ¿Porqué no plantearnos que podríamos aplicar este modelo, por ejemplo en la ciencia? Estoy totalmente convencido de que si nos diéramos una vuelta por los colegios de este país nos encontraríamos una gran cantidad de alumnos de 10 - 12 años con un talento especial y una gran motivación para las diferentes disciplinas de
la ciencia. Si es así puedo asegurarles que, de entrada, llevaran casi con toda seguridad la etiqueta de "friquis" ante la pasividad de sus educadores. De hecho es muy probable que muchos de ellos estén intentando ocultarlo. ¿Y cual es el futuro que les espera? Pues más que probablemente, el de aburrirse como ostras, porque la escuela establece el listón de la educación para conseguir que aprendan los mínimos fundamentos los alumnos más flojos y ahí suele concentrar los máximos esfuerzos ¡total, los que van bien no necesitan ayuda, van solos! y, con el tiempo, acabar hastiados de su afición y totalmente desmotivados, amén de marginados por un sistema y una cultura que los considera “bichos raros”. ¡Cuánto talento desperdiciado! Sin embargo, hablen con la mayor parte de los pedagogos y expertos en educación en este país. Se opondrían totalmente a cualquier cosa que no sea el “igualitarismo”. ¿Diferenciar a los alumnos? ¡Ni hablar! ¿Educar para competir? ¡No! competir es malo por definición. ¿Más recursos para los que muestran más talento y voluntad? ¡Ni pensarlo!, todo lo contrario, más recursos para aquellos que menos talento tienen y menos esfuerzo realizan, hasta llegar a proponer pagar, con recursos públicos, subvenciones a los “ni-ni”. Y disculpen la frivolidad, pero cuanto más se auto etiquetan de “progresistas”, peor.
Deberíamos actuar, ser valientes. El modelo lo conocemos y sabemos que da resultados. Solo es cuestión de tener las ideas claras y dejarse de complejos. España podría ser tan excelente de ciencia o cultura como lo es en deportes, pero para ello hay que actuar y transformar el sistema educativo escolar de arriba abajo.
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