A partir de aquí, creo que es importante empezar por decir tres cosas muy claramente. La primera es que es imposible ajustarse en el presupuesto, sin hacerlo en estas tres partidas. Me parece bien que, además, se ahorren en otras muchas cosas, y es un sano ejercicio ético el hacerlo en todo aquello que sea superfluo pero, no nos engañemos, son el “chocolate del loro”.
La segunda es que no es necesario en absoluto ni recortar ni cargarse el estado del bienestar para reducir el presupuesto un 10%. Basta con aplicar criterios de eficiencia que son ampliamente utilizados en muchas empresas privadas y que, lejos de haber producido una pérdida de calidad o de condiciones de trabajo, lo que han provocado es todo lo contrario. El camino de la eficiencia, si se sabe hacer bien, conduce a la mejora de la calidad del servicio y de las condiciones de trabajo. He dedicado un parte importante de vida profesional a ello y se de lo que hablo.
La tercera es que no hay otra salida que hacerlo y que es pueril pensar que podemos engañar al sistema financiero, “maquillando” los números.
Dicho esto, me gustaría hacer una última reflexión que va un poco más allá. Cuando el actual Presidente de la Generalitat quiso organizar un gobierno con “los mejores” tuvo muchos problemas. ¿Saben porque? Porque la mayoría de ellos (y podría explicar algunos ejemplos muy cercanos) adivinaron lo que iba a pasar en el momento que intentaran aplicar criterios profesionales de racionalidad en la gestión: toparían con la demagogia y el mal estilo que suele caracterizar a todos nuestros políticos cuando están en la oposición, especialmente, cuando están en vísperas de elecciones (que, lamentablemente, es casi siempre). La mayor parte de ellos llegaron a la conclusión de que, simplemente, no valía la pena asumir el coste personal que tiene este desgaste. Solo unos pocos estuvieron dispuestos a correr el riesgo y algunos de ellos están precisamente estos días en el ojo del huracán. ¿Es eso lo que queremos de verdad en estos momentos? ¿Queremos cambiar a los pocos “mejores” que tenemos en el gobierno, por otros mucho más mediocres pero más complacientes? Pues vayamos con cuidado, porque si “los mejores” lo dejan y tenemos que confiar la gestión de la crisis a los mediocres, que “Dios nos coja confesados”…
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