En el mundo de las organizaciones, hay dos grandes enfoques del concepto de mejora. El primero y el más asociado a la cultura occidental - latina es el que podríamos denominar como mejora disruptiva. La mejora disruptiva es aquella cuyo resultado es un cambio total en alguna de las características de la organización, de sus productos o servicios, de sus procesos o de su estructura organizativa y que suele tener un impacto económico muy importante. Está muy asociada al concepto del “héroe” que con una aportación, muchas veces proveniente de la inspiración y del esfuerzo personal, y contra el criterio de la mayoría, que fuerza un giro de 180º en una dirección determinada. Es cierto que en algunas organizaciones, fruto seguramente de no haber trabajado anteriormente el concepto de la mejora continua, existen fuertes barreras al cambio que bloquean su progreso. Suelen ser organizaciones excesivamente jerarquizadas, con productos o servicios muy maduros, sistemas de información obsoletos y procesos excesivamente rígidos que impiden cualquier evolución. En estos casos, vencer estas barreras, implica necesariamente cambios profundos y radicales que zarandeen la organización y la hagan moverse en uno u otro sentido. Cuando el estilo de mejora es este, la organización suele avanzar de forma irregular con largos periodos de estabilidad (normalmente con un ligero deterioro no siempre apreciable), entrelazados por breves periodos de convulsión.
Hay un segundo enfoque, el de la mejora continua. La mejora continua está basada en la idea de que todo aspecto relevante en una organización es susceptible de ser mejorado de forma metódica y sistemática. Lo relevante en la empresa es conseguir que la organización en su conjunto se oriente a mejorar continuamente y, en este sentido, lo importante es conseguir un ritmo de mejora adecuado y no la magnitud de las mejoras que se consiguen. Es un concepto más asociado a la cultura oriental y está basado en tres elementos críticos:
1) Toda la organización debe participar en el proceso y debe adoptarlo como una filosofía propia en el trabajo diario.
2) El proceso de la mejora continua, no acaba nunca. Una vez se constata que se ha conseguido una mejora, hay que volver a empezar con la localización de nuevas oportunidades de mejora.
3) Debe existir un método para abordar la mejora continua que asegure que se producirán beneficios consistentes para la organización.
Esta forma de pensamiento, constituye uno de los pilares del “Total Quality Management” y de la filosofía “lean” de gestión que las empresas japonesas pusieron de moda a partir de los 60.
En los últimos tiempos, estamos asistiendo a propuestas de mejoras radicales que pretenden orientar la tendencia al crecimiento desmesurado del gasto público. La razón de haber tenido que llegar aquí es claramente que hemos estado demasiados años sin evolucionar en la línea de la mejora continua. Y deberíamos aprender algo de ello. Si, simplemente aplicamos "la tijera" para hacer mejoras radicales a corto plazo y no cambiamos nada más, volveremos a caer en los mismo errores en el futuro. Además de ello deberíamos apostar por un cambio total de mentalidad, con un nuevo esquema de valores. Si hubiéramos empezado por aquí, en los momentos “de bonanza”, cuando era perfectamente posible, ahora no necesitaríamos tomar medidas drásticas.
Respecto a la conclusión final, yo veo que en muchas organizaciones la mejora disruptiva y la mejora continua son dos fases consecutivas y necesarias del proceso.
ResponderEliminarCreo que a veces hace falta "sacudir la organización" para sacarla de su estancamiento y poder poner en marcha los mecanismos de mejora. Casi siempre el principal escollo a las acciones de mejora son las propias personas de la organización, muchas veces atrapadas en el circulo vicioso del "que mal va esto, pero no lo podemos cambiar porque es un follón".
Respecto a las mejoras radicales que se orientan al crecimiento desmesurado del gasto público, la verdad es que no se si catalogarlas como mejoras o como parches de oro ;)
Muy buen post, un abrazo!